sábado, 29 de octubre de 2011

castigo

  -Mi capita.........,¿puedo pasar? [la hora nona]

Con un gesto de la mano me indicó que pasara, mis piernas dejaron de temblar, ella hablaba con el jefe de maquinas, levantó la mirada de los papeles que tenían en la mano, y sus ojos verdes quedaron mirando los míos, y yo no retiré la mirada, al contrario, la mantuve con el orgullo que sentían cada vez que me miraba, aunque percibía algo distinto de otras veces, la fue bajando lentamente observándome, y girando su cabeza al contramaestre le dijo algo que no entendí, la carcajada de él y de todos los demás, no dejaron que las percibiera.
Mi capitana continuaba hablando, y donde siempre veía una sonrisa en sus labios, ahora notaba un gesto de enojo, mis piernas volvieron a temblar. El motivo de su enfado seguro es que estoy descalzo, pensé.
Tras de mi, no sabia quien era, me susurraba.
-Contéstale rapaz, la estas enfadando, dile al menos que sí- Aunque no sabia porque en voz muy baja dije -Si-
-Sí mí capitán- me volvió a susurrar, -Sí mi capitán- repetí con voz más enérgica
Mi Capitana se levanto lentamente de la silla, su figura fue engrandeciéndose, viendo en todo su esplendor a la bella mujer que yo la percibía.
Una camisa blanca semi traslucida, enaltecía su busto, que me hacia enardecer, enardecimiento que aumentó al ver en su antebrazo desnudo una pequeña pulsera, que reconocí

Se la  había dejado en una caja de cartón, al cabo de unos días me preguntó si sabia quien había dejado esa cajita en su camarote, dude en decirle que había sido yo, temía una fuerte reprimenda, al fin tuve valor y le dije que yo la había dejado para ella. Mí Capitana se enfadó y me dijo que no quería admitirla, le dije que la había hecho yo en mis ratos libres, gracias a esa escusa, pero aun a regañadientes y diciéndome que no podía admitirlo porque el reglamento así lo señalaba, la aceptó, aunque estoy seguro que sabia la había comprado en el puerto donde unos días antes habíamos atracado

Su pantalón corto de tenue y sutil verde marino, con un cinturón blanco que remarcaba un poco sus caderas, dejaba ver las rodillas mas perfectas que había visto, y que dejaban imaginar como serian. . . .
-Por favor doctor quiere usted no apuntarle más lo que tiene que decir- con voz de Capitana interrumpió mis pensamiento. Volví la mirada a la izquierda, y allí estaba, el medico, el sacerdote, el amigo, el profesor, era un hombre que no sabia si era más joven de lo que parecía o mas viejo, era el paño de lagrimas y de alegrías de toda la tripulación.
- Según parece- continuó mí Capitana -aun no has entendido que has cometido una falta muy grave, próxima al delito, así que. . . .- mis piernas que no dejaban de temblar empezaban a no poderme sujetar, no podía escuchar aquella voz de capitán que nunca había empleado conmigo.
-¿Te has enterado?- el volumen de su voz aumentaba en cada silaba, -repíteme lo que te ordenado- . -Y usted doctor le reitero- continuó la capitán -no le apunte-
Él pese aquella advertencia continuo susurrándome.
-Si mi capitán- yo repetía con voz entrecortada. -Si mi capitán-
-Te quedarás en tu camarote-  -Te quedaras en tu camarote- repetí
-Por favor Contramaestre- volvió el Capitán a ordenar  -dígale al doctor que no le apunte-
-O mejor por ultimo vez lo voy a repetir, te quieras enterar o no Rapaz, teniendo de testigos a todos lo aquí presentes-
-Queda arrestado el tripulante conocido por Ó Rapaz do Barco en su camarote, al menos durante diez días, salvo que se reciba un mandato de la comandancia modificando, o revocando, esta orden-
-Por favor contramaestre acompáñelo al camarote- La voz del Capitán cambio, y me volvió a parecer la de mí Capitana.
Sentí desazón al oírla, el castigo le estaba doliendo más a ella que a mí.
-Por favor capitán permítame que le acompañe yo- era la voz del doctor.
-De acuerdo doctor- esa si era la voz y el tono de mí Capitana -acompáñelo-
Mis piernas dejaron de temblar y notaba que sujetaban mi cuerpo. Le mire a los ojos, ella en principio los apartó pero volvió a mirarme, estaban llenos de lagrimas, que con su color verde, me hizo recordar ese verde mar del lugar donde por primera vez vi a mí Capitana, y no lo pude reprimir, unas lagrimas corrieron por mis mejillas, aparté la mirada de ella, y mirando al doctor le dije:
-Doctor, cuando usted diga-
Salimos del despacho, quería volver la vista atrás, pedirle perdón, para enjugar sus lagrimas, y lograr que a sus labios la sonrisa volviera, pero no me atrevía, el doctor se dio cuenta y me dijo
-No lo hagas deja esa ultima imagen en tus pupilas-
-Y ahora nárrame ¿Qué pasó?- 

Mas eso será otro relato. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario