martes, 22 de noviembre de 2011

montaplatos

Eran exactamente las 11,30 de la noche, o así me lo estaba indicando con sus campanadas un reloj que había en el hall del edificio de apartamentos, cuando entrabamos en el ascensor una atractiva mujer, con la que en otras ocasiones me había cruzado, y yo.
Pulsamos casi al unísono en la botonera para marcar el piso al que queríamos nos llevara, y con unas casi imperceptibles buenas noches nos disponíamos a realizar el viaje de algo menos de un minuto, ella se quedaba dos plantas antes que yo, y yo nada menos que a la …..
Mis pensamientos desaparecieron cuando ella gritó
-¡No puede ser!, con las ganas que tengo de quitarme los zapatos.
La puerta del ascensor se había cerrado e inició la marcha, cuando la luz se apagó y un golpe seco nos dio la clara señal de que nuestro viaje iba a durar más de lo previsto, y ella con su expresión desahogó la rabia que tenía, yo en cambio aquella oportunidad de novela no me la podía perder.
Una mujer atractiva, un ascensor que no funciona, una luz muy tenue de emergencia, y yo dispuesto a recibirla en mis brazos para ayudarle y ahuyentar la claustrofobia que seguro que en aquel momento padecía.
-Pero oiga no va usted hacer nada
-A sí- le conteste.
Hice el gesto de pulsar la dictáfono alarma, sin mucho ahínco, llamar supone terminar una oportunidad única, pensé.
No había llegado a pulsarlo, cuando una voz cavernícola, nos hizo sobresaltarnos.
-Le hablamos desde el centro de control, por favor no se mueva, sabemos que el ascensor se ha detenido, en unos segundos se subsanara el problema y podrá salir del mismo.
La atractiva mujer lanzo sus zapatos con los pies, uno dio en el techo del ascensor, el otro contra la puerta.
Se acercó hacía mí, sus ojos me miraban con profundidad, y su boca rozaba la mía.
-¿No será usted el responsable de este edificio?, ¡porque si así lo fuera!.
-No, no lo soy
-Y el conserje, seguro que está en su casa tranquilamente durmiendo y soñando Dios sabe con que.
La miré a los ojos, la luz de emergencia no era suficiente para ver su color, pero si me dejaba adivinar su belleza
-Es mejor- le dije –que lo tomemos con humor, y como si de una fantasía se trata. Mientras estemos aquí nadie nos ve por lo tanto. . .
-Llevas razón.
Y acercando sus labios aún más a los míos con voz y gestos insinuantes me dijo:-Eres un hombre sumamente atractivo. Yo soy una mujer que seguro que no me ves mal.
-Cierto, desde que el ascensor nos dejó aquí solos a los dos pensé....
Pasó sus dedos por mi boca.
-No digas nada, y abrázame, a pesar de todo tengo algo de temor.
Mi cuerpo se estremeció al escuchar sus palabras llenas de sensualidad. Mis manos empezaron a buscar sus manos, y . . . la puerta se abrió.
Cubriendo toda la puerta de mi camarote estaba el contramaestre, que con su característica voz me dijo.
-Rapaz; despierta y levántate de una vez. Y vete arreglar el montaplatos de la cocina, que es tu responsabilidad.

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